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La humanidad no está preparada para evitar la colisión con un asteroide inesperado

TECNOLOGÍA ESPACIAL.-

Una simulación organizada por la NASA revela la impotencia ante la irrupción imprevista de una roca en nuestra atmósfera.

Asteroide NOIRLAB.

Termina en estrepitoso fracaso el simulacro de un asteroide imaginario que iba a estrellarse contra la Tierra en agosto pasado. No hubo tiempo para desviarlo, se descartó por peligrosa la opción nuclear y la emergencia tropezó con un mal inesperado: la desinformación.

Una simulación de un asteroide ficticio que supuestamente iba a colisionar con la Tierra el 16 de agosto de 2022 puso de manifiesto que la humanidad no está preparada para hacer frente a una amenaza de este calibre.

El simulacro fue organizado por la Oficina de Defensa Planetaria de la NASA y reunió a más de 200 participantes de 16 organizaciones federales, estatales y locales, entre ellos académicos, científicos y funcionarios gubernamentales, para descubrir cómo respondería Estados Unidos ante un asteroide real que amenaza el planeta.

El asteroide ficticio, denominado "TTX22", medía 70 metros de diámetro cuando entró en la atmósfera terrestre y explotó a unos 12 kilómetros de altitud sobre Winston-Salem, una ciudad en el Condado de Forsyth del Estado de Carolina del Norte.

10 megatones.

En esta simulación, la explosión, equivalente a una energía de 10 megatones, arrasó la ciudad y sus alrededores, causando miles de víctimas imaginarias.

El ejercicio demostró que Estados Unidos no tiene la capacidad de interceptar asteroides pequeños que se mueven rápidamente, y que nuestra capacidad para descubrirlos a tiempo es limitada.

Incluso si pudiéramos interceptar rocas espaciales, es posible que no podamos desviar una que se dirija peligrosamente hacia la Tierra, y usar un arma nuclear para destruirla es tan arriesgado y problemático que sería una opción inaceptable, informa al respecto Scientific American (SA).

En la simulación, los problemas comenzaron desde el mismo momento del descubrimiento de TTX22 porque era una roca pequeña que se movía muy deprisa: no había tiempo para organizar una misión que la estudiara, desviara o destruyera.

DART no sirve.

Los científicos descubrieron que para cambiar su trayectoria se requerirían al menos 12 misiones DART que provocaran sucesivos impactos cinéticos, algo que no se puede improvisar.

La misión DART fue un ejercicio real mediante el cual una nave espacial estadounidense se estrelló contra el asteroide Dimorphos (160 metros de diámetro), un pequeño cuerpo rocoso que no supone ningún peligro para la Tierra.

El impacto alteró ligeramente la órbita de Dimorphos y la NASA destacó que, por primera vez en la historia, la humanidad había conseguido alterar el movimiento de un cuerpo celeste de una forma planificada y exitosa.

El modelo DART, sin embargo, no resultó válido para TTX22, aunque en realidad la simulación de su aproximación a la Tierra, realizada en febrero, fue anterior al impacto contra Dimorphos, que tuvo lugar en septiembre. Pero quedó claro en la simulación que una misión del tipo DART no sería suficiente para desviar TTX22.

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Una ilustración de la misión DART de la NASA. EFE.

Recurso nuclear.

Lo siguiente que pensaron los participantes en la simulación es que habría que recurrir a una explosión nuclear para evitar el impacto.

Esta opción se descartó porque, en contra de lo que dice la ciencia ficción, la detonación de un arma nuclear en la atmósfera superior tiene efectos desconocidos, pero probablemente muy peligrosos, destaca SA.

Es posible que la explosión no desintegre completamente la roca, dispersando sus restos en todas las direcciones, además de que la radiación nuclear persistiría en la atmósfera superior.

Descartada la posibilidad de destruir o de desviar a TTX22, lo siguiente que se plantearon los expertos fue minimizar al máximo las consecuencias del impacto imaginario.

Desinformación.

Había que organizar un plan de emergencia que implicara a organizaciones de la zona prevista para el impacto, pero aquí tropezaron con otro problema no menos preocupante: la desinformación.

Sin embargo, las estrategias para lidiar con un flujo constante de mentiras de docenas o cientos de medios en un corto período de tiempo resultaron limitadas: 200.000 personas no pudieron ser evacuadas porque se dispersaron al creer en las noticias falsas que circularon antes y después del impacto, según la simulación.

Incluso después del impacto, en la simulación apareció un personaje anónimo asegurando que era experto en asteroides: advertía de peligros irreales, como que la explosión del asteroide había liberado materiales tóxicos al espacio que repercutirían en la salud de la población, algo que corrió como la pólvora en las redes sociales, aumentando el caos subsiguiente al impacto.

El escenario resultante del impacto fue realmente desolador, con edificios derrumbados, hospitales y otras infraestructuras desaparecidas, y una incomunicación por redes móviles a lo largo de 80 kilómetros.

Cuestión de tiempo.

La conclusión de los expertos fue que TTX22 destruyó la ciudad por el estrecho margen de tiempo que se estableció entre su descubrimiento y el impacto.

Se necesita conocer con al menos una década de anticipación la trayectoria de un asteroide que va a impactar para preparar una estrategia defensiva, señalan los expertos, aunque lo mejor sería que fueran 30 años, el tiempo necesario para realizar observaciones detalladas, planificar, construir una nave espacial y hacer que algo grande se mueva, destaca SA.

Esta no es la primera simulación que realiza la NASA para prevenir colisiones con asteroides: las anteriores tuvieron lugar en 2013, 2014, 2016 y 2019, si bien la de este año es la primera en incluir no solo un impacto potencial, sino también sus efectos secundarios inmediatos.

Todavía nos queda mucho por aprender para responder adecuadamente ante estos desafíos, consideran los expertos. Señalan dos líneas prioritarias de investigación: afinar la capacidad de detección de objetos peligrosos y perfeccionar los medios de desviar asteroides que estén en trayectoria de colisión con la Tierra, aunque aparezcan de forma inesperada.

Por: Eduardo Martínez de la Fe.

Sitio Fuente: Levante/Tendencias21