Las imágenes del Observatorio Vera C. Rubin sorprenden a los astrónomos y anticipan una era de avances científicos
ASTRONOMÍA. Tiempo de lectura: 9 minutos.
Las primeras imágenes espectaculares tomadas por el Observatorio Vera C. Rubin han sido publicadas para que el mundo las contemple: una panoplia de galaxias iridiscentes y nebulosas brillantes.
«Este es el amanecer del Observatorio Rubin», afirma Meg Schwamb, científica planetaria y astrónoma de la Universidad Queen’s de Belfast (Irlanda del Norte).
Mucho se ha escrito sobre la gran promesa del observatorio: revolucionar nuestra comprensión del cosmos revelando una población antaño oculta de galaxias lejanas, estrellas en erupción, objetos interestelares y planetas escurridizos. Y gracias a su incomparable destreza técnica, pocos dudaban de su capacidad para lograrlo. Pero en la última década, durante su largo periodo de construcción, «todo ha sido abstracto», dice Schwamb.
Hoy, esa promesa se ha convertido en una realidad asombrosamente bella.
La visión del universo que ofrece Rubin no se parece a ninguna otra anterior: una amplia visión del cielo nocturno repleta de detalles, como las brumosas envolturas de materia que rodean las galaxias y los puentes de estrellas que se arquean entre ellas. «Estas imágenes son realmente impresionantes», afirma Pedro Bernardinelli, astrónomo de la Universidad de Washington (EE UU).
Durante su breve recorrido por el cielo nocturno, Rubin consiguió incluso espiar más de 2.000 asteroides nunca vistos, lo que demuestra que debería ser capaz de captar incluso a los habitantes más furtivos y los rincones más oscuros de nuestro propio sistema solar.
La revelación de hoy es un mero divertimento comparado con lo que está por venir: Rubin, financiado por la Fundación Nacional de la Ciencia de EE UU y el Departamento de Energía, tiene previsto realizar observaciones durante al menos 10 años. Pero este momento, y estas gloriosas imágenes inaugurales, merecen celebrarse por lo que representan: la culminación de más de una década de minucioso trabajo.
«Es una demostración directa de que Rubin ya no es en el futuro», dice Bernardinelli. «Es el presente».
El observatorio lleva el nombre de Vera Rubin, astrónoma que descubrió pruebas fehacientes de la existencia de la materia oscura, algo misterioso y aún no detectado que une las galaxias con más fuerza de la que puede explicar la gravedad de la materia visible. Intentar dar sentido a la materia oscura -y a su igualmente misteriosa prima, la energía oscura, que extiende el universo- es una tarea monumental, que no puede abordarse con una sola línea de estudio o escrutinio de un tipo de objeto cósmico.
Una pequeña sección de la vista del Cúmulo de Virgo desde el Observatorio Vera C. Rubin. En la parte superior derecha pueden verse tres galaxias en fusión. La vista también incluye dos llamativas galaxias espirales (abajo a la derecha), galaxias lejanas y muchas estrellas de la Vía Láctea.
Por eso Rubin fue diseñado para documentar todo lo que cambia o brilla en el cielo nocturno. Situado en lo alto de la cordillera chilena de Cerro Pachón, cuenta con una cámara digital de 3.200 megapíxeles que puede tomar instantáneas detalladas de una gran porción del cielo nocturno; una cuna de espejos del tamaño de una casa que puede absorber la luz de estrellas extremadamente distantes y débiles; y un laberinto de articulaciones y pistones que le permiten girar con increíble velocidad y precisión. Una red informática multinacional permite automatizar en gran medida sus estudios del cielo, procesar rápidamente sus imágenes, detectar con facilidad cualquier nuevo objeto y alertar rápidamente a los grupos de astrónomos pertinentes.
Todo este ingenio técnico permite a Rubin tomar una imagen de todo el cielo nocturno visible cada pocos días, rellenando los huecos sombreados y la actividad oculta entre las galaxias. «El cielo no es estático. Hay asteroides que pasan a toda velocidad y supernovas que explotan», explica Yusra AlSayyad, supervisora del procesamiento de imágenes de Rubin. Al realizar un estudio continuo a lo largo de la próxima década, las instalaciones crearán una película tridimensional del caos cambiante del universo que podría ayudar a responder todo tipo de preguntas astronómicas. ¿Cómo eran las primeras galaxias? ¿Cómo se formó la Vía Láctea? ¿Hay planetas escondidos en el patio trasero de nuestro sistema solar?
Como era de esperar, la primera visión del firmamento que ofrece Rubin está repleta de galaxias y estrellas. Pero la resolución, amplitud y profundidad de las imágenes han sorprendido a los astrónomos. «Estoy muy impresionado con estas imágenes. Son realmente increíbles», afirma Christopher Conselice, astrónomo extragaláctico de la Universidad de Manchester (Reino Unido).
Una de las imágenes, creada a partir de 678 exposiciones individuales, muestra las nebulosas Trífida y Laguna, dos océanos de gas y polvo luminiscentes donde nacen las estrellas. Otras muestran una pequeña porción de la vista de Rubin del Cúmulo de Virgo, un zoológico de galaxias. Los tonos azules proceden de remolinos de estrellas relativamente cercanos, mientras que los rojos emanan de galaxias primigenias y notablemente distantes.
La riqueza de detalles de estas imágenes ya está resultando esclarecedora. «A medida que las galaxias se fusionan e interactúan, se alejan unas de otras», explica Conselice. Este comportamiento puede observarse en los penachos de luz difusa que salen de varias galaxias, creando halos a su alrededor o puentes iluminados entre ellas: registros del pasado de estas antiguas galaxias.
También es probable que imágenes como éstas contengan varias supernovas, los explosivos momentos finales de estrellas de gran tamaño. Las supernovas no sólo siembran el cosmos con todos los elementos pesados de los que dependen los planetas y la vida, sino que también pueden indicar cómo se ha expandido el universo a lo largo del tiempo.
Anais Möller, astrofísica de la Universidad de Tecnología de Swinburne en Melbourne (Australia), es una cazadora de supernovas. «Busco estrellas en explosión en galaxias muy lejanas», explica. Los antiguos estudios del cielo han encontrado muchas, pero pueden carecer de contexto: se ve la explosión, pero no de qué galaxia procede. Gracias a la resolución de Rubin, ampliamente demostrada por el conjunto de imágenes del Cúmulo de Virgo, los astrónomos pueden ahora «encontrar dónde viven esas estrellas que explotan», afirma Möller.
Otra pequeña sección de la vista del observatorio del Cúmulo de Virgo. La imagen incluye muchas galaxias lejanas junto con estrellas de nuestra propia Vía Láctea.
Mientras tomaba estas imágenes del universo lejano, Rubin también descubrió 2.104 asteroides revoloteando en nuestro propio sistema solar, incluidos siete cuyas órbitas se aproximan a la de la Tierra. Esta cifra puede parecer impresionante, pero no es más que la rutina de Rubin. En sólo unos meses encontrará más de un millón de nuevos asteroides, el doble de los conocidos hasta ahora. A lo largo de esta década, Rubin identificará 89.000 asteroides cercanos a la Tierra, 3,7 millones de asteroides en el cinturón entre Marte y Júpiter y 32.000 objetos helados más allá de Neptuno.
Encontrar más de 2.000 asteroides previamente ocultos en sólo unas horas de observaciones, por lo tanto, «ni siquiera fue difícil» para Rubin, dice Mario Jurić, astrónomo de la Universidad de Washington. «Los asteroides realmente saltaban a la vista».
El exhaustivo inventario del sistema solar realizado por Rubin tiene dos ventajas. La primera es científica: todos esos trozos de rocas y hielo son los restos de los días de formación del sistema solar, lo que significa que los astrónomos pueden utilizarlos para entender cómo se formó todo lo que nos rodea.
La segunda ventaja es la seguridad. En algún lugar podría haber un asteroide en trayectoria hacia la Tierra, cuyo impacto podría devastar una ciudad entera o incluso varios países. Los ingenieros están trabajando en tecnología defensiva diseñada para desviar o destruir esos asteroides, pero si los astrónomos no saben dónde están, esas defensas son inútiles. Al encontrar rápidamente tantos asteroides, Rubin ha demostrado claramente que reforzará las capacidades de defensa planetaria de la Tierra como ningún otro telescopio terrestre.
En conjunto, el debut de Rubin ha validado las esperanzas de innumerables astrónomos: el observatorio no será una simple mejora de lo que ha habido hasta ahora. «Creo que es un salto generacional», afirma Möller. Es un monstruo despiadadamente eficiente, capaz de realizar descubrimientos, y está a punto de inundar a la comunidad científica con un manantial de delicias astronómicas. «Da mucho miedo», dice Möller. «Pero muy emocionante al mismo tiempo».
Va a ser una década muy agitada. Como dice Schwamb: «La montaña rusa empieza ahora».
Por: Robin George Andrews.
Sitio Fuente: MIT Technology Review