Banquete para el basurero. Desperdicio de alimentos en fiestas decembrinas
UNAM / FAO.
Mientras en esta época hay exceso de comida en muchas casas de México y el mundo, en otras partes una gran cantidad de personas enfrentan dificultades para adquirir productos alimenticios.
Cada año, la cena familiar es parte de los rituales de la Navidad y el Año Nuevo. Si el menú es diverso y abundante, aun cuando comemos bastante, siempre sobra comida, incluso consumimos lo mismo por varios días, lo compartimos con nuestra mascota o termina en el bote de basura.
La Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reportó que 28% de la población mundial padeció inseguridad alimentaria en 2024. Por un lado, 2,300 millones de personas en el mundo no tienen acceso a alimentos y por el otro lado, alrededor de 1,300 millones de toneladas de alimentos se desperdician, cantidad que representa un tercio de los alimentos producidos para consumo humano.
La pérdida de alimentos se da principalmente durante la cosecha y la postcosecha debido a que no cumplen con estándares de apariencia, aun cuando están en buenas condiciones para consumirse. También ocurre en el transporte de alimentos, generalmente por falta de infraestructura adecuada, de sistemas de refrigeración y de canales de comercialización eficientes. Según la FAO, en 2019 en todo el mundo se perdió alrededor del 14% de los alimentos en la cosecha y distribución.

De igual manera en los hogares y restaurantes hay un desperdicio considerable de alimentos, las principales causas son la compra excesiva de productos perecederos, la preparación de cantidades de comida mayores a las necesarias y la falta de planeación de los alimentos que se deben preparar. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en ese mismo año en los hogares, restaurantes y comercios se desperdició el 17% de los alimentos.
México ocupa el primer lugar en desperdicio de alimentos por persona en América Latina, con alrededor de 30 millones de toneladas de alimentos, de acuerdo con la directora de la Red de Bancos de Alimentos de México (BAMX), Mariana Jiménez.
Aunque la pérdida de comida reportada en el Índice de Desperdicio de Alimentos 2024 del PNUMA, es menor a esa cantidad (13.4 millones de toneladas), la situación no deja de ser alarmante. Con datos presentados en ese documento para diferentes estados de nuestro país, se estima que el desperdicio promedio de alimentos de un mexicano es de 105 kg al año.
El problema se agrava durante las fiestas decembrinas.
Las fiestas decembrinas son de las festividades más esperadas en todo el mundo. Durante este período, se organizan convivios, las cenas de navidad y de fin de año, en México también se organizan las posadas. En todos estos eventos se prepara comida especial para convivir con los amigos y la familia.
Todo el año hay desperdicio de alimentos, sin embargo, la situación empeora en esta época. La Organización de las Naciones Unidas reporta que el desperdicio de alimentos se duplica en este período. Esto equivale a que cada minuto se pierdan cuatro tráileres llenos de comida.
Según la encuesta realizada por Cheaf, un startup cuyo objetivo es ayudar a reducir el desperdicio de alimentos a través de una aplicación móvil, los mexicanos mencionaron los alimentos que más desperdician durante las festividades de fin de año:
Los panes (baguettes y bolillos) mencionados el 47 % de las veces; guarniciones como pasta, ensaladas, purés y arroz alcanzó el 45%. Los porcentajes disminuyen para las carnes y proteínas principales (pavo y pierna), 22 %, así como para frutas y verduras frescas, 20%.
Todas estas cifras además de ilustrar claramente el desperdicio de alimentos reflejan malos hábitos como el consumismo y la mala planificación.

El desperdicio no es solo de comida, también tiras dinero y recursos.
El desperdicio de alimentos no representa únicamente la pérdida física de la comida. Detrás de cada producto comestible que termina en la basura hay agua, energía, suelo, fertilizantes, transporte, mano de obra y recursos económicos invertidos. Cada jitomate, cada rebanada de pan o cada pedazo de carne desechado implica la pérdida de una cadena completa de esfuerzos humanos y materiales.
A escala mundial, este desperdicio es responsable de alrededor del 10% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) y de una quinta parte de las emisiones de metano. Si pensáramos que el desperdicio de alimentos equivale a un país, este sería el tercer mayor emisor de GEI.
En todas las etapas de la cadena de suministro de los alimentos hay emisiones de GEI, desde su producción hasta su eliminación.
Cuando los alimentos comienzan a descomponerse, se libera gas metano, el cual tiene un potencial de calentamiento 28 veces mayor al del dióxido de carbono. Ambos gases intensifican el efecto invernadero, y son los que han provocado el aumento de la temperatura del planeta.
En 2017, el Banco Mundial y el Instituto de Recursos Mundiales publicaron que el desperdicio de alimentos en México genera anualmente alrededor de 40 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente.
En términos económicos, el desperdicio alimentario equivale a miles de millones de pesos anuales que se pierden sin generar ningún beneficio social. Los alimentos desechados significan dinero perdido para los productores, los comerciantes y las familias, que destinan una parte importante de su ingreso a la compra de comida.
En México, este fenómeno refleja una ineficiencia estructural del sistema alimentario, en el que se invierte para producir más, pero se gestiona mal lo que ya se tiene. Las pérdidas económicas por el desperdicio de alimentos en nuestro país son de aproximadamente 400,000 millones de pesos anuales, según estimaciones del Banco Mundial.
Un problema que profundiza la desigualdad social.
El impacto social del desperdicio de alimentos es igualmente alarmante. México es un país donde millones de personas viven con inseguridad alimentaria, tirar comida en buen estado representa una contradicción dolorosa. Las regiones más pobres suelen ser las más afectadas por la escasez o el encarecimiento de los alimentos, mientras que los sectores de mayores ingresos concentran el consumo y, paradójicamente, el desperdicio.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH) en 2024, en la Ciudad de México, los hogares destinan en promedio $5,172 pesos mensuales a la compra de alimentos consumidos dentro del hogar. Los productos con mayor participación en este gasto son los cereales, la carne de res y las aves, cada uno con una proporción cercana al 10%.
Sin embargo, este promedio esconde realidades muy distintas. Los hogares con menores ingresos cuentan con apenas $7,580 pesos mensuales para cubrir todas sus necesidades, de los cuales la mitad se destina a alimentos. En cambio, los hogares con mayores ingresos disponen de $57,940 pesos mensuales y solo el 28% de esa cantidad se dirige a la alimentación (Gráfica 1). La diferencia no solo refleja brechas de ingreso, sino también de vulnerabilidad ante los cambios en precios y patrones de consumo.
Durante la temporada decembrina, diversos estudios estiman que el gasto en alimentos aumenta cerca de 30% en comparación con el resto del año. Este incremento puede llevar a que los hogares más pobres destinen hasta 65% de su presupuesto total a la compra de alimentos, mientras que los hogares de mayores ingresos alcanzan alrededor del 36%. Para muchas familias, este aumento significa sacrificar otros rubros esenciales, como la vivienda, el transporte o los servicios de salud. No es raro que algunos recurran al endeudamiento temporal para solventar los gastos festivos.

En términos monetarios, esto puede representar pérdidas equivalentes a entre $836 y $3,537 pesos por hogar en México, dinero que literalmente, termina en la basura.
El desafío es doble: reducir las desigualdades que amplifican la vulnerabilidad económica de los hogares y promover un consumo más responsable y sostenible. Reflexionar sobre nuestros hábitos de compra y sobre el destino final de los alimentos puede parecer un paso pequeño, pero necesario para lograr una economía más equitativa y sustentable.
Inicio de año sin desperdicio de alimentos.
Frente a este panorama, el desafío es claro: reducir las desigualdades y promover un consumo más responsable. Desde tu hogar, puedes contribuir. Te ofrecemos algunas sugerencias:
- No compres alimentos que no necesitas.
- Planea tus comidas según el número de invitados.
- Haz el tradicional recalentado con la comida que sobre de la cena navideña o de fin de año.
- Si te sobra comida, da itacate (reparte) a tus invitados.
- Congela los alimentos que te sobren, podrás disfrutarlos después.
Reducir el desperdicio de alimentos no solo alivia el bolsillo, también ayuda al planeta. Cada platillo que se aprovecha es agua, energía y trabajo que no se pierde. Cambiar nuestros hábitos puede parecer insignificante, pero cuando millones de personas lo hacen, el impacto se multiplica.
Quizá la verdadera abundancia de las fiestas no esté en la mesa llena, sino en la conciencia de que cada alimento tiene un valor que va más allá del precio. Celebrar de forma sustentable significa reconocer que el bienestar individual depende también del equilibrio ambiental y social. Si logramos que la próxima Navidad deje menos basura y más reflexión, habremos dado un paso seguro hacia un futuro más justo, responsable y sostenible.
Por: Olga Berenice Benítez López / Luis Fernando González Martínez. Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad (COUS), UNAM.
Sitio Fuente: Ciencia UNAM