Un hotspot en Ecuador muestra cómo los bosques pueden recuperarse de la destrucción
CIENCIAS DE LA VIDA / ECOLOGÍA.
- El bosque del Chocó ecuatoriano es un hotspot de biodiversidad poco conocido, que está bajo una enorme presión debido a la deforestación.
- Un equipo germano-ecuatoriano está estudiando cómo este ecosistema de bosque tropical se recupera tras la tala.
- El proyecto, denominado Unidad de Investigación Reassembly, se desarrolla en un laboratorio en la Reserva Canandé, perteneciente a la Fundación Jocotoco.
- Los hallazgos, hasta el momento, indican que los bosques tropicales tienen una notable capacidad de recuperación, dadas las condiciones adecuadas. Estos hallazgos pueden señalar estrategias vitales de regeneración.
¿Puede un bosque tropical recuperarse por su cuenta? Tras la tala de árboles y tras la huida de la fauna, ¿regresan los microbios del suelo húmedo y frondoso, y los gigantes leñosos con copas repletas de plantas epífitas? ¿Regresan los polinizadores, los dispersores de semillas y las redes complejas de depredadores y de presas? ¿Y cómo ocurre esto exactamente?
Un nuevo y ambicioso proyecto de investigación intenta averiguarlo. La Unidad de Investigación Reassembly (un nombre acertado: “reconstrucción”), ubicada en la Reserva Canandé de 15 000 hectáreas, en el Chocó ecuatoriano, documenta cómo se recupera el bosque tras la tala.
Los resultados, elaborados por un equipo germano-ecuatoriano indican, hasta el momento, que muchos grupos de especies regresan en pocas décadas, aunque la comunidad forestal completa, incluidos los árboles maduros, tarda más en restablecerse. Estas respuestas arrojan luz sobre los intrincados procesos ecosistémicos. Además, tienen, potencialmente, un inmenso valor para la conservación en los trópicos de todo el mundo.
“Desafortunadamente, la mayoría de los bosques tropicales están convirtiéndose en bosques secundarios, en especial en esta parte del trópico”, señala María José Endara, investigadora de Reassembly y profesora adjunta de Ecología en la Universidad de las Américas, en Quito. “Si queremos conservar un bosque, debemos estar preparados para permitir que se regenere. Y necesitamos el conocimiento y comprensión de cómo se desarrollará este proceso”.
Los frondosos bosques del Chocó ecuatoriano. Foto: cortesía Reassembly
El Chocó ecuatoriano.
La ecorregión del Chocó es asombrosa: es uno de los diez lugares con mayor biodiversidad del planeta. Ubicada al oeste de los Andes, se extiende por Panamá, Colombia y Ecuador, y abarca un enorme intervalo de elevación. Una cuarta parte de su flora no se encuentra en ningún otro lugar del planeta y solo el Chocó ecuatoriano alberga más de 900 especies de aves, así como mamíferos emblemáticos, como el jaguar, el ocelote y muchos más.
Pero, al igual que otros bosques tropicales, el Chocó se encuentra bajo una enorme presión. En Ecuador, queda menos del 60 % del bosque de esta ecorregión, según un análisis del Proyecto de Monitoreo de la Amazonia Andina (MAAP), y la deforestación es mayor en las tierras bajas. Partes del bosque restante están protegidas en parques nacionales, reservas privadas y territorios indígenas, incluida la Reserva Canandé, perteneciente a la Fundación Jocotoco, una organización sin fines de lucro, donde funciona el proyecto Reassembly.
Durante la mayor parte del trayecto a la Reserva desde Quito, interminables monocultivos flanquean la carretera, según comenta Nico Blüthgen, investigador principal de Reassembly y profesor de Ecología en la Universidad Técnica de Darmstadt (Alemania). Pero añade que, más adelante, al cruzar un río en ferri, todo cambia. “Entonces, estás en el paraíso. Todos respiran [de nuevo]”, comenta.
Aun así, no todo el bosque es tan prístino como podría parecer a primera vista. En diversas épocas, los agricultores talaron parcelas de bosque para la ganadería a pequeña escala o para el cultivo de cacao. En la actualidad, entre los bosques primarios se intercalan parcelas de bosque secundario, muchas de las cuales están muy bien desarrolladas, con grandes árboles.
Esto representó una oportunidad única: el meticuloso registro de la Fundación Jocotoco y su estrecha relación con la comunidad permitieron a los investigadores conocer la historia del bosque y determinar la edad de estas masas forestales secundarias. Recorriendo laderas y vadeando arroyos, los miembros del equipo establecieron 62 parcelas de monitoreo en Canandé y en la adyacente Reserva Tesoro Escondido. En conjunto, estas parcelas conforman una cronosecuencia (una instantánea del ecosistema forestal a lo largo de varias décadas de recuperación) y también se pueden ver algunas parcelas de bosques primarios para su comparación.
Nico Blüthgen y su equipo explorando el sitio de estudio. Foto: cortesía Reassembly
Solo el Chocó ecuatoriano alberga más de 900 especies de aves, como este platanero (Coereba flaveola). Foto: Luís Flávio Loureiro dos Santos vía Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)
Los bosques tropicales son más que solo árboles: plantas, animales, insectos, hongos y una infinidad de otros organismos están intrincadamente conectados a través de redes y relaciones complejas, según explica Blüthgen. Gracias a un muestreo meticuloso de la biodiversidad en cada parcela y a la realización de experimentos, los investigadores están descubriendo cómo responde el ecosistema a las perturbaciones. Esto incluye la rapidez y orden en que regresan las diferentes especies, y cómo esto contribuye a una mayor recuperación del bosque.
Además, están rastreando esta recuperación para más de 10 000 especies. Muchos son insectos identificados solo por ADN, pero también existe una amplia gama de taxones. “Aves, murciélagos, escarabajos, abejas… lo que sea, todo está ahí”, afirma Blüthgen.
Desde que comenzó el proyecto (hace unos cuatro años), el equipo ya ha publicado casi dos docenas de artículos en revistas revisadas por pares. Un estudio de enero de 2025 descubrió que las antiguas granjas de cacao y los pastizales albergaban diferentes comunidades de aves a medida que se recuperaban.
Un estudio de diciembre de 2024 describió la recuperación de aves terrestres y de mamíferos como los ocelotes, y descubrió que su diversidad y su biomasa en bosques secundarios era similar a la de los bosques primarios después de tan solo veinte años. Existen otras numerosas publicaciones que están en preparación.
“Por primera vez, demostramos que este amplio espectro de taxones se recupera a distintas velocidades —explica Blüthgen—. Vemos que algunos se recuperan antes, otros después, pero que todos muestran una tendencia a la recuperación”.
Hasta el momento, los hallazgos coinciden con investigaciones previas que demuestran que los bosques tropicales tienen una notable capacidad de recuperación. Por ejemplo, un estudio de Science de 2021 sobre bosques tropicales en América y en África Occidental descubrió que los bosques talados recuperaron casi el 80 % de sus valores primarios en veinte años, aunque la recuperación completa tardó más de un siglo.
Una novedad del proyecto Reassembly es su enfoque en una gama tan amplia de taxones, según afirma Robin Chazdon, asesora y colaboradora del proyecto, y profesora del Instituto de Investigación Forestal de la Universidad de Sunshine Coast en Australia. Chazdon, coautora del estudio de Science de 2021, sostiene que la mayoría de los estudios similares solo analizan unos pocos grupos, como árboles, plantas o aves.
También es singular la inclusión de antiguas plantaciones de cacao y de pastizales para ganado. Chazdon afirma no conocer ningún otro estudio que compare con tanto detalle la recuperación forestal de estos dos modos comunes de deforestación.
Muchos investigadores argumentan ahora que, en determinadas condiciones, permitir que los bosques tropicales se regeneren de forma natural o con intervenciones estratégicas limitadas es la forma más rentable de reparar las zonas deforestadas. En los trópicos, 215 millones de hectáreas de tierra deforestada —un área aproximadamente del tamaño de Groenlandia— podrían regenerarse de forma natural, según un estudio de Nature de 2024, en el que Chazdon fue coautora.
La investigación sobre la regeneración forestal, como el proyecto Reassembly, ayuda a los científicos a determinar si las intervenciones son útiles y cuándo lo son. “Si necesitamos plantar árboles para lograr la restauración, siempre es mejor hacerlo con la información sobre el proceso natural —plantea Chazdon—. Por ejemplo, se realizaron numerosas investigaciones que analizan si es necesario plantar árboles uniformemente en una zona o si podemos plantar islas o grupos de árboles para ahorrar dinero y ser igual de efectivos”.
La Fundación Jocotoco ha participado activamente en la restauración de algunas zonas de Canandé, especialmente en las zonas altas. Pero, en general, simplemente, ha protegido el bosque y ha permitido que se recupere por sí solo. En total, ha restaurado activamente 50 hectáreas y dejó 2000 hectáreas para su regeneración natural.
En algunas de las otras reservas que la fundación administra en el sur de Ecuador —donde el terreno estaba más degradado y las áreas de deforestación eran más extensas—, se adoptó un enfoque más activo con la plantación de árboles.
Un escarabajo en el Chocó. Esta ecorregión es asombrosa: uno de los diez lugares con mayor biodiversidad del planeta. Foto: cortesía Reassembly
El laboratorio del Chocó, construido en 2022 en la Reserva Canandé, es el único centro de investigación de su tipo en esta ecorregión. Foto: cortesía Reassembly
Reassembly es, en esencia, una unidad de investigación fundamental. No busca encontrar la manera más rápida de cultivar árboles, según afirma Blüthgen. Sin embargo, la investigación ayuda a asignar valores de biodiversidad y carbono a los bosques secundarios regenerados naturalmente. Este tipo de cifras concretas son importantes para atraer financiación a través de créditos de carbono y pueden legitimar la regeneración natural como alternativa a la reforestación.
El proyecto también ofrece a científicos y estudiantes ecuatorianos más oportunidades de investigación de campo. “Algo realmente bueno del equipo alemán es que buscaban investigadores ecuatorianos que colaboraran activamente”, explica Endara.
Un sofisticado laboratorio, construido en 2022 y financiado en gran parte por un donante anónimo, permite a los investigadores realizar estancias de campo más largas y análisis con equipo especializado en el lugar. Esto está dando paso a nuevos descubrimientos en el poco estudiado bosque del Chocó. Por ejemplo, el equipo descubrió dos especies de anfibios con forma de gusano, nuevas para la ciencia —una de más de ochenta centímetros de largo—, y utilizó análisis de ADN para revelar las notables especializaciones de los escarabajos peloteros.
“Siempre descubrimos muchos fenómenos que se pierden en los detalles estadísticos —sostiene Blüthgen—. Cada vez que uno va allí, hay muchísimas cosas nuevas que no ha visto antes”. Esa sensación de asombro se ve atenuada por la consciencia de lo vulnerables que se han vuelto este bosque tropical y otros.
Cuando Blüthgen visitó por primera vez el sitio de estudio en el Chocó, se sorprendió de la rapidez con la que el bosque podía recuperarse. Pero eso solo ocurre si hay suficiente bosque maduro cercano que sirva como fuente de semillas, insectos, aves, mamíferos, microbios y más.
“Es una historia de oportunidades y esperanza, si se quiere, ¿no? Esta recuperación del bosque funciona en este contexto… pero no es un alivio. ¿Por qué lo destruimos en primer lugar?”, cuestiona Blüthgen.
Esta nota se publicó originalmente en inglés en el sitio de Mongabay el 24 de febrero de 2025.
Por: Ruth Kamnitzer.
Sitio Fuente: Mongabay