Por qué los médicos deben buscar formas de recetar esperanza
OPINIÓN: Tiempo de lecturas: 6 minutos.
Esta semana he estado pensando en la poderosa conexión que existe entre la mente y el cuerpo. Algunas investigaciones recientes sugieren que las personas con afecciones cardiacas obtienen mejores resultados cuando tienen más esperanza y optimismo.
La desesperanza, por el contrario, se asocia a un riesgo de muerte significativamente mayor.
Los resultados se basan en décadas de fascinantes investigaciones sobre el fenómeno del efecto placebo. Nuestras creencias y expectativas sobre un medicamento (o un tratamiento simulado) pueden cambiar su funcionamiento. El «gemelo malvado» del efecto placebo, el efecto nocebo, es igual de poderoso: el pensamiento negativo se ha relacionado con síntomas reales.
Los investigadores siguen tratando de comprender la conexión entre cuerpo y mente, y cómo nuestros pensamientos pueden influir en nuestra fisiología. Mientras tanto, muchos están desarrollando formas de aprovecharla en el ámbito hospitalario. ¿Es posible que un médico recete esperanza?
Alexander Montasem, profesor de psicología de la Universidad de Liverpool (Reino Unido), está intentando encontrar una respuesta a esa pregunta. En su último estudio, Montasem y sus colegas se centraron en personas con enfermedades cardiovasculares.
El equipo revisó todas las investigaciones publicadas sobre la relación entre la esperanza y los resultados de la salud cardiaca en estas personas. La esperanza es algo bastante difícil de precisar, pero estos estudios utilizan cuestionarios para intentarlo. En uno de los cuestionarios más populares, la esperanza se define en como «un estado de motivación positiva» basado en tener iniciativa y planes para alcanzar objetivos personales.
El equipo de Montasem encontró 12 estudios que cumplían los requisitos. En total, estos estudios incluían a más de 5.000 personas. Y, en conjunto, descubrieron que un alto grado de esperanza se asociaba a mejores resultados de salud: menos angina de pecho, menos fatiga tras el ictus, una mayor calidad de vida y un menor riesgo de muerte. El equipo presentó su trabajo en la reunión de la Sociedad Cardiovascular Británica celebrada en Manchester a principios de esta semana.
Cuando leí los resultados, pensé inmediatamente en el efecto placebo. Un placebo es un tratamiento «simulado», una sustancia inerte como una pastilla de azúcar o una inyección salina que no contiene ningún medicamento. Sin embargo, cientos de estudios han demostrado que estos tratamientos pueden tener efectos notables.
Pueden aliviar los síntomas del dolor, la migraña, la enfermedad de Parkinson, la depresión, la ansiedad y otros muchos trastornos. La forma en que se administra un placebo puede influir en su eficacia, al igual que su color, forma y precio. Los placebos caros parecen ser más eficaces. Y los placebos pueden funcionar incluso cuando la gente sabe que son sólo placebos.
Y luego está el efecto nocebo. Si uno espera sentirse peor después de tomar algo, es mucho más probable que lo haga. El efecto nocebo puede aumentar el riesgo de dolor, síntomas gastrointestinales, síntomas gripales, etc.
Es obvio que nuestros pensamientos y creencias pueden desempeñar un papel enorme en nuestra salud y bienestar. Lo que no está tan claro es cómo ocurre exactamente. Los científicos han hecho algunos progresos: hay pruebas de que una serie de sustancias químicas cerebrales, incluidos los opioides del propio organismo, intervienen en los efectos placebo y nocebo. Pero los mecanismos exactos siguen siendo un misterio.
Mientras tanto, los investigadores trabajan en formas de aprovechar el poder del pensamiento positivo. Durante mucho tiempo se ha debatido si es ético que un médico engañe a sus pacientes para que se sientan mejor. Pero yo creo firmemente que los médicos tienen el deber de ser honestos con sus pacientes.
Según Montasem, un enfoque más ético podría consistir en encontrar formas de infundir esperanza a los pacientes. No exagerando los beneficios probables de un fármaco ni suavizando el pronóstico, sino ayudándoles a mejorar sus objetivos, su capacidad de acción y su visión general de la vida.
Algunas investigaciones preliminares sugieren que este enfoque puede ayudar. Laurie McLouth, de la Universidad de Kentucky (EE UU), y sus colegas descubrieron que una serie de debates sobre valores, objetivos y estrategias para alcanzarlos mejoraba la esperanza de las personas en tratamiento por un cáncer de pulmón avanzado.
Montasem planea ahora revisar todos los trabajos publicados en este campo y diseñar un nuevo enfoque para aumentar la esperanza. Y añade que cualquier enfoque deberá adaptarse a cada persona. Por ejemplo, algunas personas pueden ser más receptivas a una forma de pensar más espiritual o religiosa.
Estos enfoques también podrían ser útiles para todos nosotros, incluso fuera de los entornos clínicos. Le pregunté a Montasem si tenía algún consejo para las personas que quieren tener una visión positiva de la vida en general. Me dijo que es importante tener objetivos personales y un plan para alcanzarlos. Sus propios objetivos se centran en avanzar en su investigación, ayudar a los pacientes y pasar tiempo con su familia. «Los objetivos materialistas no son tan beneficiosos para el bienestar», añade.
Desde que hablamos, he estado pensando en mis propios objetivos. Me he dado cuenta de que lo primero que tengo que hacer es elaborar una lista de objetivos. Y pienso hacerlo pronto. «En el momento en que renunciamos [a perseguir] nuestros objetivos, empezamos a caer en la desesperanza», dice.
Por: Jessica Hamzelou.
Sitio Fuente: MIT Technology Review