De planta de aguas residuales a santuario de aves: humedal artificial alberga a 13 mil aves en Baja California Sur

México: CIENCIAS DE LA VIDA / ZOOLOGÍA.

- Un humedal artificial ubicado en La Paz, Baja California Sur, estuvo al borde de la desaparición por falta de agua.

- El trabajo colaborativo de academia, organizaciones y sociedad civil ha logrado restaurar lo que hoy se conoce como Lagunas del Ecoparque de la Juventud.
- Las antiguas lagunas de oxidación, hoy transformadas en un oasis urbano, son un hábitat clave para más de 220 especies de aves.
- Entre ellas hay aves endémicas de la península, como la mascarita peninsular y el zambullidor menor.

Un pequeño grupo de observadores de aves recorre en silencio un humedal artificial al amanecer. A través de los binoculares y con cautela siguen a las especies que caminan o flotan tranquilamente sobre el espejo de agua. Aunque anhelaban encontrarse con un ave muy esquiva, sus expectativas eran bajas. Por eso, al final del recorrido, cuando estaban por irse y la mascarita peninsular (Geothlypis beldingi)​ se asomó entre las ramas de un árbol, los pajareros contuvieron la respiración y, con señas emocionadas, se alertaron unos a otros para no perderla de vista.

Las Lagunas del Ecoparque de la Juventud, ubicadas en la ciudad de La Paz, son un sitio vital para esta especie endémica de Baja California Sur. La mascarita peninsular, un ave en peligro de extinción por la presión que existe sobre los oasis, la escasez de agua en la región y el cambio de uso de suelo, ha encontrado en este humedal un sitio clave para reproducirse. El avistamiento duró apenas unos segundos, pero lograr fotografiar a la pequeña ave amarilla de máscara negra, que voló con un insecto en el pico hasta perderse entre otros árboles, fue un triunfo inolvidable para el grupo.

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Mascarita peninsular (Geothlypis beldingi) fotografiada en abril de 2025 en las Lagunas del Ecoparque de la Juventud, en La Paz, Baja California Sur. Foto: cortesía Javier Alcalá / Lugares Pajarosos

“Antes, las mascaritas no se exponían tanto, no era común encontrarlas tan visibles en el sitio. Ahora que tienen un hábitat más saludable y recuperado, creo que se sienten con la confianza de explorar el espacio”, dice Javier Alcalá, coordinador de Lugares Pajarosos, organización dedicada al aviturismo y la educación ambiental. “Ver una mascarita en un lugar tan céntrico como el Ecoparque es increíble para todos y es una muestra clara de que la recuperación del hábitat está funcionando”, explica.

A inicios de la década pasada, este humedal artificial estuvo a punto de desaparecer. Su objetivo, cuando se crearon durante el siglo pasado, era tratar aguas residuales mediante la oxidación de materia orgánica, convirtiendo aguas negras en aguas grises, para después utilizarlas en el riego agrícola de los ejidos cercanos. Con el crecimiento de la ciudad, las lagunas de oxidación que lo componían quedaron obsoletas y dejaron de recibir agua al ser reemplazadas por dos plantas de tratamiento de aguas residuales. El sitio que por varias décadas fue un oasis para miles de aves residentes y migratorias que lo utilizaban para su descanso, alimento y reproducción comenzó a secarse. Sólo quedaron unos cuantos espejos de agua y, con ellos, una marcada disminución en la presencia de aves.

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Vista panorámica de las lagunas durante su proceso de desecación. A la derecha, la planta de tratamiento de guas residuales. Foto: cortesía Víctor Ayala

“En 2015 se terminó la construcción de la segunda planta y ese fue el tiro de gracia para las lagunas de oxidación. En poco tiempo se perdió entre el 80 % y el 90 % del espejo de agua. De las 25 hectáreas con las que contaba, no quedó ni una quinta parte. Sin embargo, algunas comunidades de aves acuáticas las seguían utilizando”, afirma el biólogo marino Víctor Ayala Pérez, profesor investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS) y asesor científico de la organización Pronatura Noroeste.

No fue sino hasta el año 2020 que la situación comenzó a cambiar. El gobierno municipal de La Paz arrancó un proyecto para habilitar un espacio de 14 hectáreas con el objetivo de promover actividades de esparcimiento, cultura y deporte. En noviembre de ese año se inauguró el Ecoparque de la Juventud y, tras una consulta con un grupo de expertos, decidió incluir a las lagunas de oxidación.

A la iniciativa se sumaron académicos, organizaciones y la sociedad civil, quienes se concentraron en rescatar el humedal abandonado. Así el sitio obtuvo una segunda oportunidad que devolvió vida a la naturaleza y protección para las aves.

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El humedal artificial del Ecoparque es hogar de una variedad de aves acuáticas, entre las que son especialmente notables las aves playeras y los patos. Foto: cortesía Víctor Ayala.

El humedal y las aves.

En el pasado, el humedal artificial llegó a contar con cinco lagunas de oxidación, cada una de cinco hectáreas. Aunque hoy ya no cumplen esa función y el flujo de agua se ha restringido, se buscó la manera de que el sitio conservara su importancia ecológica como un oasis en medio del desierto.

“El Departamento de Ecología del Ayuntamiento contactó al Laboratorio de Aves de la UABCS para pedir nuestra opinión específicamente sobre el humedal, desde la perspectiva de las aves”, dice Víctor Ayala, también integrante del Laboratorio de Aves. Fue entonces que el humedal obtuvo una segunda oportunidad. “Nosotros promovimos activamente su integración al Ecoparque, ya que considerábamos que era una excelente idea y una verdadera oportunidad para recuperar este humedal artificial”.

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Vista panorámica que permite apreciar la extensión de 17.5 hectáreas del humedal artificial del Ecoparque. Foto: cortesía Víctor Ayala.

La propuesta fue bien recibida por las autoridades, quienes solicitaron a la planta de tratamiento que enviara agua al sitio para observar cómo reaccionaba la comunidad natural. Se inundaron la primera y parcialmente la segunda laguna. “Vimos que el resultado era prometedor, una idea viable. A partir de ahí comenzamos a trabajar en el proyecto”, explica Ayala. “Algo bien interesante es que solo con el 3 % de esa agua que generan, nos bastaba para poder garantizar que el humedal iba a recuperarse y mantenerse a lo largo del tiempo”.

Sin embargo, la planta de tratamiento informó que no contaba con la infraestructura necesaria para mantener el bombeo de agua al humedal. Entonces, la UABCS, en colaboración con Pronatura Noroeste, empezó a desarrollar un proyecto para resolverlo. Así obtuvieron el apoyo del programa de Soluciones Costeras de la Universidad de Cornell, donde Víctor Ayala entró como becario, lo que permitió al equipo inyectar recursos para la iniciativa.

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Entrada a las lagunas del Ecoparque de la Juventud. Foto: Astrid Arellano.

“Invertimos en infraestructura en la planta de tratamiento, particularmente en bombas que aseguraron el flujo constante de agua tratada hacia el humedal artificial”, agrega el investigador.

Entre 2021 y 2023, se logró inundar cuatro de las cinco lagunas del humedal, hasta alcanzar la recuperación de las 17.5 hectáreas que lo integran en la actualidad.

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La garcita verde (Butorides virescens) encuentra refugio en el humedal artificial del Ecoparque de La Paz, ofreciendo a los observadores pacientes la oportunidad de avistarla. Foto: cortesía Víctor Ayala

De esta manera, el espacio volvió a ser un refugio idóneo para más de 223 especies de aves —la mitad de todas las reportadas en Baja California Sur—, lo que las convierte en el segundo sitio más diverso del estado, solo superado por el Estero de San José del Cabo, que ronda las 288 especies. Su reducido tamaño hace aún más sorprendente esta riqueza. Entre las aves que habitan el humedal, 16 están bajo protección oficial, incluyendo especies en peligro de extinción como la mascarita peninsular, un emblema viviente de la resiliencia del lugar.

Las investigaciones del Laboratorio de Aves de la UABCS —que ya estudiaba la zona desde la década de 1990— han revelado una asombrosa riqueza biológica. Entre los protagonistas más numerosos se encuentran los patos y las aves playeras, con conteos de hasta 2500 y 6000 individuos, respectivamente. También conviven con otras aves acuáticas como gallaretas y garzas, y visitantes marinos como gaviotas y pelícanos. Pero no todo ocurre en el agua. Entre la vegetación del humedal también se puede observar una gran variedad de aves terrestres, como cenzontles, cardenales y calandrias, mientras que en las alturas, las rapaces, como halcones y gavilanes, sobrevuelan el sitio en busca de presas.

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Especies migratorias como el Playerito occidental (Calidris mauri) utilizan el humedal como zona de alimentación y descanso, mientras que especies residentes como la Avoceta americana (Recurvirostra americana) lo usan para la reproducción. Foto: cortesía Víctor Ayala

Además de la mascarita peninsular, también se pueden observar otras dos de las cinco especies endémicas de la península de Baja California: el zafiro de Xantus (Basilinna xantusi) y el cuicacoche californiano (Toxostoma cinereum). Las lagunas también han recibido visitas excepcionales, con aves poco comunes en la península, como la cigüeña americana (Mycteria americana), la espátula rosada (Platalea ajaja) y el ganso canadiense menor (Branta hutchinsii).

“Hoy en día, el humedal es utilizado hasta por 13 000 individuos anualmente”, celebra Ayala.

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Playero diminuto (Calidris minutilla) en el humedal del Ecoparque. Foto: cortesía Javier Alcalá / Lugares Pajarosos

Islas flotantes para las aves.

Para rescatar a las aves, el agua por sí sola no era suficiente. Recuperar la vegetación resultaba igualmente crucial, especialmente para especies como la mascarita peninsular, que depende no solo de los espejos de agua, sino de vegetación emergente como el tule (Typha dominguensis) y el carrizo (Phragmites australis). Sin estos elementos, su hábitat simplemente no existiría. La creación de islas artificiales en el humedal jugó un papel crucial.

“Las islas artificiales surgieron como una idea inspirada en lo que hoy se conoce ampliamente como infraestructura verde: soluciones basadas en la naturaleza que nos permiten realizar acciones de manejo del sitio aprovechando los propios procesos ecológicos”, describe Víctor Ayala.

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Pijije alas blancas (Dendrocygna autumnalis)​ perchado sobre una de las primeras islas artificiales del proyecto, hechas con botellas PET como flotadores. Foto: cortesía Javier Alcalá / Lugares Pajarosos.

La intención era clara: buscar cómo estas dos plantas nativas, que ya crecían en el humedal, podían ayudar a bioremediar y mejorar la calidad del hábitat. Con ello, surgió la idea de implementar islas de vegetación flotante.

En un primer intento, experimentaron establecerlas sobre materiales reciclados, como botellas de PET usadas como flotadores. El experimento funcionó bien: las islas flotaron correctamente, la vegetación creció y el sistema se mantuvo estable. Sin embargo, las fuentes de financiamiento sugirieron mejorar el diseño. Actualmente, utilizan una estructura hecha con tubos de PVC y jabas de plástico entrelazadas. También sembraron carrizo en los bordos del humedal para darles más fuerza, generar pendiente y crear un mayor hábitat las aves.

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Las islas flotantes de vegetación son utilizadas por las aves acuáticas para descansar y algunas especies incluso han encontrado en ellas un sitio adecuado para reproducirse. Foto: cortesía Víctor Ayala

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Islas artificiales de vegetación, una estrategia diseñada para mejorar la calidad del agua y generar hábitat para las aves acuáticas del lugar. Foto: cortesía Víctor Ayala.

Las islas artificiales de vegetación cumplen una doble función. La primera es que mejoran la calidad del agua: al sembrar plantas en la parte superior, sus raíces se extienden hacia la columna de agua, donde absorben los nutrientes que están en exceso y albergan bacterias que transforman la materia orgánica, purificando el agua y nutriendo a las plantas. Con esto se genera un proceso de bioremediación completo, que da origen a un ecosistema funcional.

“La segunda función —y la más valiosa— es que, además de purificar el agua, las islas se han convertido en hábitat para las aves”, dice Ayala. Algunas especies ya comenzaron a reproducirse en ellas, como las gallaretas (Fulica americana), y hace un par de años registraron por primera vez la reproducción del pato tepalcate (Oxyura jamaicensis), precisamente en una de estas islas. “También hemos observado varias parejas de mascaritas peninsulares utilizando las islas, posiblemente como zonas de anidación”, describe.

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El zambullidor menor (Tachybaptus dominicus). Foto: cortesía Javier Alcalá / Lugares Pajarosos.

El zambullidor menor (Tachybaptus dominicus) es otra especie que ha encontrado un refugio invaluable en el humedal. Fascinado por la tranquilidad de las islas flotantes, pasa gran parte del tiempo a su alrededor. Esta pequeña ave acuática es una de las más vulnerables en Baja California Sur, ya que solo utiliza cuerpos de agua dulce, ecosistemas extremadamente escasos en el estado.

“Recientemente, el Laboratorio de Aves recorrió todos los oasis de la península para monitorear a la mascarita peninsular y al zambullidor menor. De la segunda especie, en total, encontramos menos de 20 individuos en todos los oasis”, asegura Ayala. Sin embargo, en este humedal artificial cuentan con entre 30 y 35 zambullidores residentes, que además se reproducen allí, “lo que convierte al sitio en el más importante del estado para esta especie”, afirma.

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El zambullidor menor (Tachybaptus dominicus), ave acuática bajo la categoría de Protección Especial por el gobierno mexicano. Foto: cortesía Víctor Ayala.

En el caso de la mascarita peninsular, la siembra de tule y carrizo ha sido clave para restaurar su hábitat. Gracias a esta vegetación, se ha logrado establecer un entorno propicio para la reproducción de entre seis y ocho parejas que habitan el humedal.

“La mascarita peninsular y el zambullidor menor son nuestras dos especies bandera”, agrega Víctor Ayala. “Han sido la punta de lanza para identificar que las acciones que estamos realizando en el humedal, tanto de manejo como de conservación, han tenido buenos resultados”.

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La mascarita peninsular (Geothlypis beldingi), especie endémica de Baja California Sur y catalogada En Peligro de Extinción por el gobierno mexicano. Foto: cortesía Víctor Ayala.

El Laboratorio de Aves UABCS, junto a Pronatura Noroeste y la consultoría ambiental Cipactli están trabajando ahora en una propuesta de plan de manejo para el humedal artificial, que pronto se pondrá a disposición de las autoridades de La Paz. Existe preocupación, dice Ayala, porque recientemente se ha observado la entrada de cuatrimotos o grupos numerosos de personas realizando actividades deportivas que, con el ruido, alteran el comportamiento de las aves.

“El humedal artificial del Ecoparque, si bien es un espacio público, constituye un hábitat crítico para diversas especies de aves y otra fauna silvestre”, concluye Ayala. “Por ello, es fundamental actuar con responsabilidad para que las actividades que se realicen en el sitio no comprometan la salud del ecosistema ni de su fauna”.

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El Laboratorio de Aves de la UABCS tiene una presencia activa en el humedal artificial del Ecoparque, donde su personal realiza monitoreo biológico, investigación y actividades de educación ambiental, entre las que destacan los recorridos guiados. Foto: cortesía Víctor Ayala

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Escondite para la observación de aves, una estructura instalada en el humedal para explorarlo sin perturbar a las aves. Cuenta con señalética descriptiva sobre las especies presentes. Foto: Astrid Arellano.

Hacer comunidad por la naturaleza.

La bióloga marina Vianney Barajas camina por el humedal junto a su hija Ariel, de 14 años. Desde hace poco más de un año, la ha guiado en la observación de aves y, en ese corto tiempo, Ariel ha desarrollado una habilidad sorprendente para identificarlas. A veces, le basta con escuchar un llamado para decir con seguridad y en voz baja: “Es un colibrí costa” o “escuché un cenzontle”.

Ambas, junto a Javier Alcalá, colaboran como guías en Lugares Pajarosos, ofreciendo recorridos aviturísticos en el humedal y otros sitios en Baja California Sur. Barajas también fundó Amazilias La Paz, un grupo abierto a mujeres interesadas en la observación de aves, sin necesidad de ser expertas, pues todas aprenden juntas.

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Los observadores de aves Javier Alcalá, Ariel y Vianney Barajas, y Frida Lara en el humedal del Ecoparque. Foto: Astrid Arellano

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Los visitantes al Ecoparque pueden participar en recorridos de observación guiados por el Laboratorio de Aves de la UABCS y Pronatura Noroeste. Foto: cortesía Víctor Ayala

Además de estos grupos, el Programa de Aves Urbanas (PAU) La Paz también se ha sumado a las actividades de educación ambiental, concientización, ciencia ciudadana e investigación en el humedal, impulsados desde el Laboratorio de Aves de la UABCS.

“La participación ciudadana va en auge. Cada vez hay más personas interesadas en la observación de aves y creo que también es gracias a los pequeños grupos de personas que empezamos a impulsar esto”, dice Vianney Barajas. “El hecho de que exista esta pequeña representatividad y que nos estemos moviendo, ha logrado que la gente se entere de este lugar y, por ende, se diera cuenta de la biodiversidad que tiene el Ecoparque. A partir de ahí es que dicen: ‘Vamos a protegerlo, porque hay cosas muy bonitas que ver’”.

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Observadores de aves explorando el humedal del Ecoparque. Foto: cortesía Julio Evera

Por: Astrid Arellano.

Sitio Fuente: Mongabay