Eduardo Matos Moctezuma subraya la importancia de la multidisciplinariedad en el Proyecto Templo Mayor

México: INAH. Boletín 390.-

- El investigador emérito del INAH impartió una conferencia donde reconoció la aportación de áreas como la restauración, la biología y la antropología física 
- Dictada en la ENAH, se enmarcó en el diplomado “Patrimonios en diálogo. Enfoque transdisciplinario desde las escuelas del INAH”.

- Eduardo Matos subraya la importancia de la multidisciplinriedad en el Proyecto Templo Mayor. Foto: Melitón Tapia, INAH.

“Cómo iba a imaginar que me iban a encargar, a los 37 años de edad, del Proyecto Templo Mayor (PTM). Era una gran motivación, pero además una gran responsabilidad”, expresó el investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Eduardo Matos Moctezuma, al recordar que una de las primeras cosas que hizo en ese momento fue invitar a participar, no solo a arqueólogos, sino a especialistas de otras áreas.

Así, el fundador del PTM expuso la importancia de construir proyectos arqueológicos integrales, al dictar la conferencia El Proyecto Templo Mayor: Un caso de investigación multidisciplinario, enmarcada en el diplomado “Patrimonios en diálogo. Enfoque transdisciplinario desde las escuelas del INAH”, con la que se dio la bienvenida a una nueva generación de estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), el 12 de agosto de 2025.

El arqueólogo, quien dirigió el PTM entre 1978 y 1982, explicó que tras el hallazgo del monolito de la diosa Coyolxauhqui en el Centro Histórico de la Ciudad de México, en febrero de 1978, vio necesario realizar una investigación multidisciplinaria en arqueología.

Refirió que el arqueólogo Manuel Gamio fue pionero en plantear proyectos integrales en la materia, reflejado en la investigación La población del Valle de Teotihuacan, planteada desde el punto de vista antropológico, pero que reunió a arquitectos, antropólogos físicos, lingüistas, geógrafos y geólogos. “Fue la primera iniciativa integral donde participaron disciplinas propias de la antropología y ajenas, pero que eran, y siguen siendo, importantes para la arqueología misma”, dijo.

En el caso del Templo Mayor, señaló que, desde el punto de vista teórico, era importante recurrir a dos fuentes de información; por un lado, documentos históricos, como anales y crónicas del siglo XVI que se refirieran al edificio; y, por el otro, la arqueología, al tomar en cuenta antecedentes que había en el área, como la Piedra del Sol, la Piedra de Tízoc o la Coatlicue, descubiertos en el siglo XVIII.

Matos Moctezuma consideró indispensable contar con la presencia de especialistas en restauración para verificar las condiciones en que se encontraban los materiales hallados y, si era necesario, darles un tratamiento para conservarlos. “Los restauradores tenían bastante trabajo, porque cada pieza que salía tenía que protegerse. Hicieron una labor formidable”, reconoció.

El investigador emérito también recurrió a historiadores y etnohistoriadores, quienes reunieron información de distintas fuentes sobre el Templo Mayor; asimismo, debido a la cantidad de restos óseos que comenzaron a encontrarse, la presencia de biólogos también fue fundamental.

Matos Moctezuma resaltó que, desde sus inicios, el PTM siempre ha tratado de dar a conocer el trabajo de los arqueólogos y los profesionales de otros campos de estudio participantes, a través de publicaciones, como Trabajos arqueológicos en el centro de la Ciudad de México (1979) y El Templo Mayor: Excavaciones y estudios (1982), coordinados por él, o La recuperación mexica del pasado teotihuacano (1989), de Leonardo López Luján.

También, se publicaron investigaciones como Corazón de Cópil (1982), de Bárbara Dahlgren, Emma Pérez Rocha, Lourdes Suárez Díez y Perla Valle de Revueltas, en etnohistoria; Sacrificio de niños en el Templo Mayor (1990), de Juan Alberto Román Berrelleza, en antropología física; La fauna en el Templo Mayor (1991), de Oscar J. Polaco, en biología, y Conservación del Templo Mayor de Tenochtitlan (1990), de la restauradora María Luisa Franco Brizuela, entre otros títulos.

Por último, subrayó que la comunidad de la ENAH debe estar de plácemes debido a que una docena de profesionales, formados en esta casa de estudios, ha sido acreedora al Premio Nacional de Artes y Literatura, que otorga la Secretaría de Cultura, siendo el arqueólogo López Luján el más reciente. “Es un motivo de gran satisfacción que esta escuela haya dado tantos egresados que han obtenido ese reconocimiento”, finalizó.

Sitio Fuente: INAH