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Howard Carter: El descubridor que transformó la egiptología

HISTORIA DE LA CIENCIA.-

Howard Carter, egiptólogo británico nacido en 1874 en Kensington, es sinónimo del mayor hallazgo arqueológico del siglo XX: el descubrimiento de la tumba de Tutankamón en noviembre de 1922.

Su vida y obra, marcadas por una pasión inquebrantable por el Antiguo Egipto, revolucionaron la manera en que entendemos y documentamos la historia faraónica.

Foto:  Chicago Daily News, Inc./Wikimedia Commons.

Una infancia forjada entre el arte y la historia.

Desde muy joven, Carter mostró un notable talento para el dibujo, habilidad heredada de su padre, Samuel Carter, reconocido artista e ilustrador. Con apenas 17 años, y tras quedar impresionado por la vasta colección de antigüedades egipcias en la mansión de los Amherst, inició su andadura en Egipto trabajando como dibujante en excavaciones arqueológicas. Bajo la tutela de destacados pioneros como Flinders Petrie y Édouard Naville, aprendió las técnicas de documentación que serían fundamentales en su carrera, estableciendo las bases de un método meticuloso y científico en la copia y registro de relieves y estructuras funerarias.

La carrera que lo llevó al corazón del Valle de los Reyes.

Carter fue nombrado Inspector de Monumentos para el Alto Egipto en el Servicio de Antigüedades, lo que le permitió supervisar excavaciones en la región de Tebas y el Valle de los Reyes. Sin embargo, tras renunciar a su puesto en 1905 –debido a conflictos burocráticos y escándalos conocidos como el “Asunto Saqqara”– se dedicó a trabajar de forma independiente. Esta decisión, que inicialmente pudo parecer arriesgada, le permitió consolidar una reputación basada en la precisión y dedicación, y fue precisamente esta perseverancia la que llamó la atención de Lord Carnarvon, un aristócrata aficionado a la arqueología que se convertiría en su principal mecenas.

El descubrimiento que cautivó al mundo: La tumba de Tutankamón.

En 1922, durante una última temporada de excavaciones financiadas por Lord Carnarvon, Carter realizó el descubrimiento que lo consagraría. El 4 de noviembre, un trabajador descubrió unos escalones en la roca que llevaron a una puerta sellada con cartuchos jeroglíficos. Tras semanas de cuidadosa excavación, el 26 de noviembre Carter hizo una pequeña apertura en la esquina superior de la entrada –utilizando un cincel que le había regalado su abuela– y, a la luz de una vela, sus ojos se llenaron de asombro al observar lo que él describiría más tarde como “cosas maravillosas”. Ese día, se inauguró la tumba KV62, la única casi intacta de los faraones, cuyos más de 5.000 artefactos revelaron un tesoro de información sobre el mundo faraónico.

Métodos innovadores y la importancia de la documentación.

Lo que distingue a Carter de otros arqueólogos de su época fue su rigurosa metodología. Consciente de que cada objeto hallado era un testimonio irremplazable del pasado, Carter registró meticulosamente cada detalle mediante dibujos, fotografías y anotaciones precisas. Este enfoque no solo permitió reconstruir la vida y costumbres del Antiguo Egipto, sino que también estableció nuevos estándares en la excavación y conservación de hallazgos arqueológicos, anticipándose a técnicas que hoy consideramos fundamentales en la disciplina.

La leyenda y la “maldición” de Tutankamón.

El descubrimiento de la tumba de Tutankamón no solo generó asombro en la comunidad científica, sino que también desató una ola de mitos y leyendas. La prensa sensacionalista acuñó el término “maldición del faraón” tras la muerte de Lord Carnarvon y de otros miembros del equipo, atribuyendo las desgracias a una supuesta maldición que protegía el descanso eterno del joven rey. Si bien hoy sabemos que muchas de estas afirmaciones fueron exageradas y carecían de base científica, el fenómeno contribuyó a la fascinación popular por el Antiguo Egipto y consolidó la figura de Carter como un enigmático protagonista de la historia.

Un legado imborrable en la ciencia y la cultura.

A pesar de que su vida personal transcurrió en relativa soledad –Carter nunca se casó ni tuvo hijos y pasó sus últimos años en un aislamiento casi voluntario– su contribución a la egiptología es incuestionable. Sus meticulosos informes y diarios han sido fuente de inspiración y estudio para generaciones de arqueólogos. Además, el descubrimiento de la tumba de Tutankamón abrió las puertas a una renovada fascinación por el Antiguo Egipto, impulsando exposiciones internacionales, publicaciones y debates científicos que perduran hasta nuestros días.

Sitio Fuente: NCYT de Amazings