El futuro de la eficiencia energética en los edificios: cómo el concepto de Smart Building está transformando el sector

TECNOLOGÍA.-

Históricamente, la eficiencia energética en la construcción se ha entendido como un reto técnico, más ligada a los materiales: mejores cerramientos, aislamiento térmico, ventanas más herméticas… Todo medible, todo cuantificable.

Pero el paradigma ha cambiado. Ahora ya no basta con construir bien: los edificios también deben pensar. O, al menos, responder de forma inteligente a su entorno y a quienes los habitan. Es en este punto donde entra en juego el concepto Smart Building o edificio inteligente.

Más que una cuestión de tecnología, esta concepción responde a una perspectiva diferente, la de integrar esa tecnología en una arquitectura más consciente y adaptable. Es, en definitiva, una nueva manera de entender la eficiencia, más viva, más conectada, más humana.

Tecnología al servicio del espacio, no al revés.

Hablar de edificios inteligentes no es hablar de persianas que se bajan solas o de sensores que encienden la luz al detectar movimiento. Eso es solo la superficie. Lo importante sucede por detrás: en los sistemas que cruzan datos sobre temperatura, ocupación, orientación solar o hábitos de uso para tomar decisiones en tiempo real.

Un edificio inteligente regula la climatización según la previsión meteorológica, adapta la ventilación al nivel de CO₂ o prioriza el uso de energía solar en horas punta. Todo sin que nadie lo pida. Y, aunque suene futurista, ya está pasando. Oficinas, hoteles y centros sanitarios incorporan estos sistemas para reducir consumos, pero también para mejorar la comodidad de quienes los habitan.

Del consumo eficiente a la producción activa.

Lo interesante es que esta inteligencia no se limita a gastar menos. Muchos edificios actuales incorporan placas solares, sistemas de aerotermia o fachadas ventiladas. La diferencia es que ahora todo eso puede comunicarse entre sí. El resultado: construcciones que producen energía, la almacenan cuando conviene y la distribuyen según la demanda real.

Uno de los ejemplos más emblemáticos es el Cine de Norvento, en Lugo, un edificio de oficinas 100% autosuficiente, desconectado completamente de la red eléctrica y de gas. Se abastece de energía solar, eólica y un grupo de cogeneración con aceite vegetal reciclado. En este caso, utiliza una microrred eléctrica propia y baterías para el almacenamiento, cubriendo todas sus necesidades energéticas, tanto de electricidad como de climatización.-

El usuario como pieza clave.

Pero la tecnología, por sí sola, no basta. El edificio puede ser muy inteligente, pero si quien lo habita no lo entiende o no interactúa con él, pierde buena parte de su eficacia. Uno de los focos del Smart Building actual está en la experiencia de usuario: pantallas que muestran el consumo en tiempo real, apps que permiten ajustar la climatización desde el móvil, alertas que avisan de un uso excesivo del agua caliente… El objetivo no es otro que convertir al usuario en parte activa del sistema.

Aunque todavía hay camino por recorrer, sobre todo en el parque inmobiliario antiguo, la dirección está clara. Cada vez más normativas europeas exigen niveles de eficiencia más estrictos. Y cada vez más promotores y arquitectos ven en este tipo de conceptos una ventaja competitiva.

Sitio Fuente: NCYT de Amazings